viernes, 17 de febrero de 2006

Seguimos desflorando escritos

Cómo pa amenizar la velada y siguiendo con la costumbre de presentar nuevos valores, o sea mi viejo, les traigo para su solaz esparcimiento y recreación otro cuento corto del mentao "Polilla",
seudónimo cómo se le conoce por amistades e intimos, por los pagos de la Villa Sarmiento y demás aledaños.

El Turco

Nadie sabia muy bien cuando o como había llegado.
Algunos suponían que lo hizo con Pigafetta a bordo de la nao Trinidad, otros aseveraban en cambio, que llego como marinero de la goleta Feuerland junto con Plüschow. Me inclino a darle mayor credibilidad a la segunda posibilidad ya que no encontré, en los detallados escritos del lombardo, ninguna referencia a su persona ( ver “Relación del primer viaje alrededor del mundo” de Antonio de Pigafetta. ). Tampoco aparece, nombrado para nada en “ Sobre la Tierra del Fuego “, del famoso marino-aviador, pero, por una cuestión de fechas, supongo más razonable esto ultimo. El hecho de no figurar en este libro, podría deberse a un problema de seguridad, ya que como es bien sabido, salió de su Polonia natal, con gran sigilo por la manifiesta enemistad que le demostraron sus vecinos.

El hecho es que fuera como fuera, el polaco Karol Klitenic se quedo en Tierra del Fuego hasta el final de sus días.
Solo unos pocos sabían el porque, a un tipo medio rubión, bastante colorado y con ese apellido, le decían El Turco. Aparentemente esto se debía a la rara costumbre que tenia de tomar por detrás tanto a las ovejas como a las señoras. Esta rara costumbre parecería ser la que produjera el disgusto de sus conciudadanos, quienes le achacaban el desfloramiento de varios jóvenes de respetables familias.
Sin embargo jamás acepto ninguno de los cargos que se le hacían justificándose, en cambio, diciendo que la gente era incapaz de comprender su total falta de interés en la trascendencia a través de la descendencia.
En su deambular por la isla, conoció a Popper, ese otro extraño personaje, que al frente de su grupo de aventureros, se dedicaba, como negocio a buscar oro y como deporte a matar indios. Esto ultimo, fue lo que decidió su pronta y alegre unión a las huestes del rumano.
Una vez más, su extraña costumbre, le produjo problemas.
Sus compañeros lo expulsaron de la casa comunitaria donde se alojaba y no tuvo mas remedio que construir su vivienda personal con champas de pasto, igual a las otras, pero un poco mas pequeña y alejada del resto.
Dispuesto a no pasar solo las frías y húmedas noches, consiguió la compañía de una joven selknan. Esta, aparentemente, se sentía mal pensando que su familia la repudiaría por cohabitar con un blanco. Para evitarle a su compañera este sufrimiento, los elimino a todos. Esta noble actitud fue muy valorada por el resto de los integrantes del grupo.
Pese al mejoramiento de su situación, su espíritu inquieto, le indico la necesidad de buscar nuevos horizontes. En realidad influyo en su decisión, la persistencia con que Popper pretendía ubicar el faltante de una respetable cantidad de oro.
Vendió entonces, a la que cariñosamente llamaba su india de mierda, al integrante del grupo con el que menos mal se llevaba. Si bien había intentado en varias oportunidades, sin éxito, sodomizarlo, este, no le guardaba rencor.
Una fría noche partió tierra adentro, sin que nadie se enterara.
Llegado que hubo a un hermoso bosque, pensó que este era un buen lugar para desarrollar algún tipo de industria maderera. Idea que dejo de lado viendo que Cami no se había fundado aun.
Se radico entonces en Ushuaia. En esta ciudad, por suerte nadie lo conocía y en ella seguramente podría hacer buenos negocios.
Allí conoce al que a la postre seria su socio y mentor.
Se apellidaba Ferrari, pero lo conocían como El Chino. Este Ferrari era un comisario retirado, no por su gusto, de la Federal.
Se hacia evidente que le era conveniente estar a la mayor cantidad de kilómetros de Buenos Aires.
A poco de cambiar las primeras palabras, comprobaron que los unían tanto sus posiciones morales como filosóficas y una gran comunión de ideales. Resuelven entonces reunir fuerzas en pos de lograr la concreción de dichos ideales comunes.
Abren entonces, en las afueras del pueblo, un cabaret. Lo denominan El mono azul.
La competencia era mucha y con el correr del tiempo comprobaron que su facturación era muy pobre. Puestos a hacer un análisis detenido de la situación, llegaron a la conclusión de la urgente necesidad de efectuar serios cambios en su negocio.
Sus competidores habían importado mujeres del norte, tanto argentinas como chilenas y hasta alguna europea en decadencia.
Ellos en cambio, por ahorrar dinero, se habían conformado con salir a cazar a algunas yamanas, traer de puerto Williams a tres o cuatro alacalufes, más un par de onas del interior de la isla, que les vendió a buen precio Ramón Lista.
En principio creyeron ofrecer así un amplio espectro como para satisfacer las necesidades de los marineros que llegaban a ese puerto en busca de cariño. Lo que no tomaron en cuenta, era que la gran fealdad de sus pupilas, sumado al olor que despedían, sobre todo las costeñas, mezcla de ballena en descomposición y a cholga ahumada, no las hacia para nada apetecibles.
Decidido entonces el cambio, ponen en venta a sus dependientas. Con gran pena deben liberar a gran parte, por no haber quien se interese por las mismas.
El siguiente paso fue importar del norte a un reducido grupo de muchachas tobas. A estas las vistieron con polleras de vivos colores.
En el local pintaron grupos de palmeras y cambiaron el nombre del cabaret, por el de “Club nocturno el Goguen del sur”.
El éxito fue rotundo. Atraídos por el ambiente exótico, marinos de paso y lugareños, colmaban las instalaciones del boliche todas las noches. Comenzó entonces una época dorada en la existencia de ambos socios. La plata entraba a raudales, y si bien se robaban mutuamente, este era un riesgo que los dos tenían perfectamente asumido.
No obstante la bonanza, algunos nubarrones comenzaron a aparecer en el horizonte.
El comisario se ponía muy molesto cuando notaba el interés, con que su amigo lo miraba irse. A la vez, el Turco, veía con gran preocupación y nerviosismo, al otro, mirándolo fieramente y limpiando con detenimiento su pistola.
Por suerte para ellos, atraído por las pingues ganancias que dejaba el club, apareció un misterioso comprador de raro acento árabe-riojano, que ofreció por éste muy buen dinero.
Concretado el acuerdo y antes que las cosas se pusieran peores, uno pa vos y uno pa mi, rápidamente hicieron el reparto y cada uno rumbeo para su lado
El chino se fue para Grande, donde ingreso a la policía territorial con el grado de Comisario Mayor. Esto le permitió mirar al futuro con renovado optimismo, sobre todo, pensando en las puertas que se le abrían para sus futuros negocios. Pese a esta aparente felicidad, cada tanto, una sombra de tristeza empañaba sus ojos recordando la forma cariñosa con que lo miraba, de atrás, su ex socio.
El Turco, se quedo en Ushuaia. Hizo algunos pequeños negocios con Pascualin, sobre todo en el rubro aceites y cueros de lobo marino, pero, notando la creciente impopularidad, de su nuevo socio, prefirió alejarse de él, para no quedar pegado.
De todas formas, el dinero colectado desde su llegada a la isla le permitirían vivir un buen tiempo sin preocupaciones económico-financieras.
Pasa así un tiempo de tranquilidad y jolgorio, y pese al enojo de los Bridges y de los Salesianos abre su propio templo-misión, dispuesto a catequizar a los indios e indias jóvenes. Se lo acusa de querer convertir a esta misión en una nueva Sodoma pero el se defiende afirmando que sus intenciones son simplemente las de querer transmitir su espiritualidad a través de nuevos caminos y por medios alternativos de conocimientos retroalimentados. Nadie entendió muy bien que quería decir con esto, pero si estaban seguros que no debía ser nada bueno.
Si bien esta nueva ocupación no le producía ingresos notables
por lo menos, la misión, se autoabastecía con la venta de las variadas artesanías que fabricaban sus indiecitos.
Así transcurrió un tiempo de bucólica felicidad, encantado con la posibilidad que se le brindaba de introducir, casi todas las noches, a alguien, profundamente en el conocimiento.
Un hermoso y soleado día, raro para esa época de incipiente primavera, correteaba desnudo alegremente por la playa, en pos de una jovencita que escapaba lo más rápido que podían sus patitas.
Esta se subió a unas piedras y desde allí se zambulló en las frías aguas del canal para escaparse nadando, cosa a la que estas mujeres estaban perfectamente acostumbradas.
Él prefirió seguirla corriendo por la costa, mientras pensaba ¡En algún lugar vas a tener que salir, turra!
Por correr mirando a la nadadora, tropezó con una piedra y cayo de cabeza al agua. Estaba realmente fría, así que rápidamente nado hacia la parte mas baja de la orilla, sabiendo que no podría resistir mucho tiempo esa temperatura. Cuando estaba ya por salir, sintió un arañazo en la pierna, era una tremenda centolla que, atraída por lo que creyó un sabroso gusanito, con una de sus pinzas, se lo corto de un solo tijeretazo.
En esos tiempos, las centollas eran muchas y realmente grandes. Rápidamente aparecieron otras que se dieron un verdadero festín con él.
La noticia de su extraña muerte se conoció con prontitud en el pueblo, donde si bien fue festejada, no lo fue tanto como en su misión, donde a mas de los festejos, todos sus habitantes aprovecharon a desparramarse alegremente, por los bosques y quebradas del interior de la isla, para no aparecer nunca más.
El que apareció poco tiempo después, fue el Chino Ferrari, quien no dudo en enfrentar el paso Garibaldi, todavía cargado de nieve, al frente de un reducido grupo de policías
Según aclaro, su mayor interés, era iniciar una investigación para aclarar las causales de la muerte de su ex socio. De paso incauto los bienes del occiso, para tenerlos en custodia según explicó, hasta que algún familiar directo los reclamase.
Dicen, que alguien lo vio quedarse por largo rato, mirando la danza de los cochayuyos y con una lagrima en los ojos arrojar unas flores al canal.

2005

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Fuuuíííu al fin que alivio... Esto de pasar por la prueba de las letritas... Por dió que malll, me bochooo!!!
NO me va a salir describir la situación, pero seria algo mas o menos así.
Tengo un rito cuando estoy por esos pago, rito que extraño y disfruto mucho. Cuando se pone el sol, ir a sentarme en los acantilados y llenarme de paz con el sonido furioso del agua que golpea en las rocas y tener un muy breve dialogo con el resistente cochayuyo... La verdad que con su aspecto tosco, nunca me di cuenta que danzaba.
Alguna vez tomo sopa de cochayuyo?. Yo no, y tampoco esta en mis planes!!!
Muy bueno!!! Esperemos que a su padre, no le de por querer cobrar los derechos de autor...

Anónimo dijo...

Dije no me va salir... y no me saliooo!!! Aclaro todo lo antes escrito. Solo son recuerdos de cuando supe visitar las playas de Chile, y son las que están desde Viña del Mar para el norte. Tan al sur no conozco ni del lado Argentino, ni el Chileno.
Una recomendación, dicho rito no es conveniente en las playas de Viña del Mar.

SALVA TU PIEL dijo...

Y de curioso nomáas
Porqué no es recomendable en playas de Viña???
No hay cochayuyos?
No hay acantilados?
aclare plis!!!!!

Anónimo dijo...

Por las dudas , para que no se ofenda ningún Chileno. Es una linda playa, con una hermosa vista, sobre todo la nocturna, por la iluminación del casino, etc. Pero tienen otras donde no están los desagües de las cloacas... Y si uno no sabe el aspecto del cochayuyo lo puede confundir con lo que sale de las cloacas. Ósea... ¿se entiende no?

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